Cuando llegamos
hace ya hace tres años a Shenzhen una tarea primordial fue buscar colegio para
nuestros hijos. El más pequeño que debía entrar en China con sus 8 años a uno
de los cursos de primaria, en Chile
había sido diagnosticado con SDA (Síndrome de Déficit Atencional) en su colegio
y nosotros como es habitual fuimos “invitados”
a darles los medicamentos correspondientes tal cual ya había ocurrido también
años atrás con nuestro hijo mayor en otra escuela. O sea, en nuestra familia el
Aradix tenía una tasa de consumo del 100%.
El Andrés (el
menor) fue aceptado en el colegio chino privado Green Oasis con currículo de
Cambridge y profesores extranjeros con inglés nativo. En ese lugar hacía y hace
clases una muy cercana amiga nuestra Carina Tovar. Cuando le preguntamos a ella
y sobre todo a su flemática directora británica Miss Ann como lo podíamos hacer
y qué actitud particular tomaba el establecimiento ante el problema de un niño con
necesidades educativas especiales nos miraron entre extrañadas e indiferentes y
no nos entendieron mucho. Y profundizamos, preguntamos qué hacían con los
alumnos que se quedaban atrás en las materias, que pasaba si el niño repetía,
que tipo de apoyo psicopedagógico daban, el psicólogo y tanta cosa a la que
estamos acostumbrados. La repuesta era de auténtica extrañeza ¿necesidades
especiales, el niño es lisiado? ¿Por qué un alumno debe repetir?
¿Psicopedagogo? Y por fin nos cortó aburrida “por favor traiga a su hijo,
olvídese, el colegio se hace cargo”.
Tómese en cuenta
que el Andrés llegó a un curso mayor al que le correspondía en Chile porque el
calendario en China se rige por el sistema de verano del hemisferio norte o si
quieren así llamarlo “el sistema gringo” y lo más importante con un nivel de
inglés inexistente.
En los tres años que
pasamos acá jamás escuchamos la sigla SDA, ni nada del psicopedagogo y mucho
menos que nos invitaran a darle píldoras para la concentración. Mi hijo con
harto esfuerzo y sobre todo apoyo de su mamá logró adaptarse a un ambiente
totalmente ajeno, con compañeros que en el recreo hablaban chino, pasar con buenas
notas sus ramos y -como ya dije- en un curso más avanzado que el que le correspondía,
además -acá me pongo el babero- en cinco semestres adquirió un inglés de nivel
nativo que hoy le permite redactar y expresarse en un segundo idioma sin problemas.
Mi hijo grande Alejandro
que quedó matriculado en un colegio internacional también logró un alto nivel
de inglés y pudo salir adelante de manera impecable.
Hay otras
externalidades no académicas que hacen verdaderamente notable para un muchacho estudiar
en el extranjero. Por ejemplo, ambos conocieron gente de todo el mundo,
abrieron su cabeza a otras culturas idiomas y religiones. El mejor amigo del
Andrés era un Chino y un Indio, los del Ale un Estadounidense, un singapurense,
un filipino y un brasileño. Las perecuaciones de todas estas experiencias seguro
serán valiosas para toda su vida.
Si bien estamos
hablando de algo personal y particular como es el caso de mis chicos no cabe duda que se pueden
extrapolar varias cosas, para mí la más importante es que refleja la profunda crisis ontológica
que vive la educación latinoamericana y en este caso la chilena. ¿Cómo niños
que para el sistema nacional constituían casos para tratamiento, síndromes y cosas raras pasan a adaptarse a un ambiente
y nivel complejísimo, sin problemas y en otro idioma?. Créanme no quiero hablar mal en lo absoluto
del colegio de ellos en mi país que es muy competente , es algo más allá, que
estoy seguro pasa en el mejor de Chile también, y tiene que ver con cómo
nuestra cultura enfrenta la educación.
El Ale (el mayor)
a los pocos días de entrar a clases nos
decía “no puedo creer que el profesor explica una materia nos deja una tarea,
sale de la sala y todos siguen trabajando como si nada y no vuela una mosca”.
Claro en Chile si el profesor sale de la sala hay que aprovechar el momento de
libertad y puede ser visto hasta Nerd que alguien siga haciendo ni más menos
para lo que van al colegio que es estudiar.
Algo de eso hay en el corazón del problema. Para
los orientales la educación es una oportunidad valiosa. En ella se juegan el
futuro y lograr ser alguien en un mundo de feroz competencia. En mi país el
colegio para sus estudiantes es tomado como una obligación forzada, una lata. Además
sospecho que su rol es confuso, para los alumnos y sus progenitores es tan
importante validarlo como espacio de socialización como lugar de aprendizaje. Y
todo eso sin contar lo estrictamente académico que está en franca crisis.
En otro plano nada
que ver con lo anterior resultan interesantes algunos otros contrastes. Por
ejemplo lo comunitario. Parte de nuestra cultura escolar es que el colegio
tenga actividades durante el año: Kermese, semana de algo y lo otro, unas cuatro
reuniones de apoderados, fiestas patrias, reuniones con el profesor jefe para
tratar temas particulares, el paseo de fin de año etc. Más todas las veces que
los padres van a buscar a sus hijos al colegio y se encuentras con otros y
comienza la conversa. O sea para los adultos el colegio es una inmensa –y
quizás la más importante- instancia de socialización de su entorno.
¿Y cómo es en
China?.. Lo reflejaré con un ejemplo. A los pocos días que el Alejandro entro a
clases le toco salir con sus compañeros en un viaje de estudios de una semana
que implicaba quedarse en otra ciudad, hoteles y aviones. La Patty mi señora
como buena mamá latina estaba muy nerviosa, le compró toneladas de cosas para
comer y al día siguiente se levantó tempranísimo para ir a dejarlo. Llego al
colegio, acompañó al niño todo el rato más de 40 minutos hasta que se fue el
bus, trato de hablar y pedirles motivos para sentirse segura con los profesores
como teléfonos y que pasaba si ocurría esto o lo otro. Mientras el autobús se
alejaba ella corría saludando al Ale por la ventana como en esas escenas de
película antigua en que el amor del alma se va alejando en el tren. Era la única. Ningún otro padre fue a
dejar a su hijo al colegio ninguno!!!.
En china debe
haber con suerte dos reuniones de apoderados al año y son individuales para
tratar el tema de tu hijo en particular. Se hace alguna que otra actividad
masiva como presentación musical o deportiva de algo o “International Day” con
stand de países. Pero es una al año y van sólo un porcentaje de los padres.
Desde mi
particular punto de vista los asiáticos son muy fríos con sus hijos y tienen
ahí un rollo serio y grave en que especialmente las figuras paternas son muy
ausentes con la excusa de los papas “están muy ocupados”. Pero los latinos nos “pasamos
para la punta”. En una salida como esa de una semana que conté van todas las
mamas, papas, abuelitas, el vecino y el alcalde. Debo reconocer que me gustaría
algo más de equilibrio y menos contraste entre estas dos realidades. De la
frialdad individualista hasta la gran pachanga social me acomoda algo más
intermedio.