Incrementando su valentía, decidió tener a su bebé en un
hospital de Shenzhen aunque vale aclarar que éste se trata de un centro médico muy por
sobre el promedio de cualquier recinto público en cualquier parte del mundo,
algo así como “joya de la corona” del sistema local y enfocado sólo en la
maternidad y los recién nacidos.
Tenía todo calculado para que en las fechas del parto
estuviese su marido que viaja mucho por negocios. Pero, la naturaleza la
sorprendió y semanas antes de lo pronosticado comenzó con contracciones, su
esposo estaba en España y dado que la situación era compleja llamó a una amiga
cercana –latina también- para que la acompañara.
Llegando al hospital explicaron muchas veces a los médicos,
matronas y enfermeras dos cuestiones claves, uno que el dispositivo había que
sacarlo porque con embarazo y todo, seguía donde no debía estar y, dos, que
debían aprovechar de esterilizarla para evitar un futuro embarazo. Todo claro y
entendido … se suponía.
Luego, tras el trabajo de parto, comenzó lo bueno. Debían
ponerle anestesia raquídea que va en la espalda, sin embargo las profesionales
de la salud eran inexpertas y la pincharon numerosas veces andes de dar con el
punto adecuado. Finalmente, le pusieron anestesia total, en una dosis justa mientras fuera la cesárea y que no afectara al niño.
Luego, el parto – lo más importante - salió bien y el bebé nació sin problemas.
Cuando se recobró un poco de la anestesia con el doctor presente, preguntó si
todo había salido bien en ligarle las trompas. Todo el equipo médico puso cara
de signo de interrogación, el doctor se rascaba la cabeza y luego confesó que
no lo había hecho. Impactada, la madre procedió con la siguiente pregunta:
– “¿…y sacó el
dispositivo?”
– “¿Qué dispositivo?
No había ningún dispositivo…”
Y bueno… ahí comenzó una dura disputa “post-parto” bilingüe
inglés-chino de alto tono –sin descartar una que otra palabrota hispana (al
menos yo habría lanzado muchas) – entre todo el equipo médico con nuestras
amigas latinas respecto de la existencia o no del dispositivo. Grave situación
para la salud de la madre que se desconociera dónde estaba el aparato y que
para colmo se le buscara hasta la explicación ontológica del asunto.
Ante el enojo y el nerviosismo de la madre, la amiga que la acompañaba tomó cartas en el
asunto y en forma increíble hizo algo que sólo puede ocurrir en China, se metió
al depósito (balde) donde yacían los restos de placenta, cordón, interiores y
otros que ya el lector podrá imaginar y se puso a urguetear con los dedos,
hasta que al final, volvió a la sala diciendo:
“¡lo tengo, lo encontré!”, mostrándole a la madre la evidencia y
enrostrándole a los chinos su ¿cómo decirlo? DESPROLOJIDAD…
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