Zhongguo es el
nombre con el que los chinos denominan a su nación, lo que traducido al español
significa “el reino del centro”. Pocas
veces una denominación puede ser tan certera, pues los habitantes de esta tierra
- para bien o para mal - históricamente han actuado como si fueran “el centro”
del planeta con mucha independencia mental y cultural con lo que ocurre afuera.
“Los objetos extraños y costosos no me
interesan. Si he ordenado que se acepte el tributo enviado por usted, Rey, fue
solamente en consideración al espíritu que lo incitó a despacharlo desde tan
lejos. La majestuosa virtud de nuestra dinastía ha penetrado en todos los
países bajo el cielo, y los reyes de todas las naciones han ofrendado sus
valiosos tributos transportándolos por tierra y por mar. Como vuestro embajador
puede apreciar por sí mismo, nosotros poseemos de todo. Yo no doy valor a los
objetos extraños o ingeniosos, y no tengo uso para los productos de vuestro
país”.
Así respondía el emperador Quian Long al envío de una misión del Imperio Británico
del rey Jorge III a China, a fines del siglo XVIII que buscaba ansiosamente
aumentar su poderío y concesiones comerciales. Para congraciarse con el regente
de China, el monarca inglés despachó barcos completos con regalos que recibieron
tamaño portazo de desprecio. La razón de fondo: China no necesita del y los
extranjeros.
Otro ejemplo muy
significativo es que cuando la dinastía Qing en la segunda mitad del siglo XIX
debió verse enfrentada al poderío militar del Imperio Japonés y de Occidente,
pensaron que la tradicional grandeza del país y su visión de que eran
magníficos frente a los bárbaros del Oeste y sus hermanos pequeños nipones
bastarían para derrotarlos y contenerlos. China llevaba largos años de atraso industrial,
pero la ilusión ancestral de superioridad los obnubiló. Las sucesivas derrotas
calaron como una grave humillación que pagarían con costosas cesiones
territoriales, significaría la caída del imperio y la necesidad de
transformación completa de la sociedad.
Luego, la
construcción del modelo socialista si bien recogió la experiencia soviética del
Stalinismo, con Mao en los años sesenta abandonó el internacionalismo y comenzó
a actuar con total independencia de lo que ocurría fuera de China. Posteriormente,
con Deng Xiaoping y en un giro virtuoso se generó un modelo de comunismo
capitalista insólito, aunque exitoso y en muchos sentidos incomprensible que perdura hasta hoy. Y para
coronar el camino trazado luego de las crisis económicas internacionales de los
últimos años la economía se ha volcado deliberadamente hacia el mercado y el
consumo interno después de décadas en que el foco fundamental fueron las
exportaciones.
Otra muestra de
está especificidad autárquica es el manejo de la política exterior que se ha
regido desde hace décadas por criterios radicalmente pragmáticos. Un ejemplo que nos toca de cerca es que mientras
en el Chile de Pinochet se asesinaba y
torturaba a los miembros del partido comunista y otros afines, China mantenía
espléndidas relaciones bilaterales con la dictadura, el mismo Mao reconoció
rápidamente al régimen militar chileno -primer país socialista que lo hacía- luego
vinieron ventajosos créditos y continuas visitas de autoridades a Chile. Lo mismo ocurre hoy en África un área de
poderosa y creciente influencia económica y geoestratégica para China. Da lo
mismo que gobiernos como Sudán o Guinea Ecuatorial y muchos otros sean
repudiados por la comunidad internacional y las ONG de derechos humanos. El
gigante asiático mira hacia el lado y respalda y negocia ventajosamente con
quien sea.
En otro plano, hoy
en día es común leer o escuchar en la prensa internacional críticas al régimen de
partido único, a la carencia de libertad informativa, a la censura de Internet o
a la falta de elecciones libres, por citar algunos. Todos ellos son valores que
comparto plenamente y considero universales, pero ¿qué piensan los chinos? Pues
bien en su mayoría les importa un “huevo”. Viven en un auge económico
prolongado que les ha hecho hiper-quintiplicar su ingreso en treinta años
pasando de situaciones de hambruna a un franco camino hacia el desarrollo. Trabajan
y estudian compulsivamente y “la gran
política” les es indiferente. Igual que en Rusia, jamás han experimentado la
democracia… Transcurrieron desde los emperadores tradicionales, al emperador rojo
Mao y, luego, al milagro chino. Por tanto, no añoran ni comparan tampoco. El
comentario más típico de sus habitantes es que “la democracia no funcionaría
porque son demasiados y los chinos por su personalidad caótica que es regulada
por el Estado, generarían caos y desorden”. Habría que ver qué ocurrirá cuando
llegue aquel día en que inevitablemente producto de los ciclos naturales del
capitalismo, se desbanque el crecimiento material. En todo caso, los valores republicanos
como tantas veces ha demostrado la historia no se impone por la fuerza y deben
ser los mismos chinos quienes decidan su futuro y su forma de organización.
Particularmente,
respecto a la censura es sabido que están cortados redes sociales, como YouTube,
Facebook, Google, Twitter y blogs extranjeros. Los medios informativos en
general no funcionan -salvo excepciones- o están intervenidos. Para Occidente
esto representa comúnmente una muestra de la mano opresora del Estado sobre los
civiles. Sin embargo ¿qué dicen los chinos nuevamente? Y otra vez a las
inmensas mayorías les importa “un huevo”. Su industria informática es una de
las más desarrolladas del mundo y sus portales y app las más utilizadas del
planeta. En vez de YouTube tienen Youku; en vez de Facebook tienen Weibo; en vez de Skype tienen QQ; en vez de Twitter tienen Wechat y así, una
larga lista que incluye el monstruo de ventas por Internet Taobao que es un eBay
chino y mucho más. Son sus propias redes sociales, blogs y sistemas de
comunicación que son tan sofisticados y amigables que hace rato los tradujeron
al inglés y ya crearon versiones internacionales de muchos que están en proceso
de expansión. Nuevamente en esto - como en todo - se autoabastecen, se
contentan y se satisfacen a sí mismos.
Llevado al terreno
de las mentalidades, los hijos de Zhongguo y su sociedad viven piensan y
sienten en este mismo esquema de introspección. Desde lo más cotidiano y básico
hasta lo más fundamental, se auto
perciben como diferentes y únicos frente
al resto del mundo.
Partamos con la
fisiología. Tienen su propia medicina que se basa en la relación del organismo con
los cinco elementos de la naturaleza. Poseen sus propios medicamentos y tratamientos
que mezclan o no con la medicina occidental. Esto no se trata de una cuestión
familiar o de creencia popular. El inmenso sistema de salud hospitalario
completo sigue y se rige en estos preceptos.
Lo curioso es que
los chinos consideran que los occidentales tenemos un cuerpo diferente a ellos
y que aquellas cosas que a ellos les hace daño a nosotros no. Por ejemplo, yo
soy fanático del lychee que es un fruto delicioso autóctono de este país,
cuando llega mediados de año suelo comer en forma compulsiva unos grandes potes
de ellos. Esto para los chinos es casi un suicidio pues este fruto es un
alimento del elemento fuego lo que hace que consumido en grandes dosis puede
provocar hasta la muerte. La explicación para que no me pase nada es que no soy
chino y, por tanto, mi organismo es diferente y me salvo de quemarme por dentro.
En este mismo
sentido tienen unas prácticas con respecto al parto y post parto únicas. Para
ellos luego de la gestación comienza una cuarentena de un mes o zuo yuezi, en que las mujeres deben quedar en un
estado sagrado de reposo en que casi no
se pueden mover, ni tomar sol, no se deben bañar ni lavar el pelo, leer ni ver
televisión, sólo deben ingerir alimentos calientes, alimentar al bebé y hacer casi nada más. De
todo lo demás debe ocuparse la suegra que se traslada a vivir a su casa.
Es interesante
constatar también la forma en que los chinos viajan. Es sabido que hoy por hoy
el turismo chino es el objeto de deseo de las agencias internacionales. El
aumento del ingreso per cápita está permitiendo que decenas de millones de ellos
puedan por primera vez conocer el mundo exterior.
La forma en que
desarrollan dicho turismo es también muy particular y coherente con lo que
vamos contando. Van en tours cerrados, marcados o uniformados, con un guía-traductor con banderita desde el
aeropuerto al regreso al país. Se mueven todos juntos para todos lados,
protegidos y protegiéndose, al comer no suelen probar los platos locales, el
guía los lleva a un restaurant chino de comida verdaderamente china. El
contacto con el país es el mínimo, casi como si fuera un asomo a la ventana o
un documental del lugar donde están más en vivo que por una pantalla gigante.
Son tan propios de Zhongguo que muchos no se hayan ni se sienten seguros de
estar fuera si es que no vivir como adentro.
Lo mismo ocurre
con los estudiantes chinos que pueblan cada vez más las universidades del mundo
especialmente Australia, Nueva Zelanda, Europa y América del Norte. Para los
padres chinos de clase media alta y, derechamente, ricos es indispensable
enviar a sus hijos a estudiar a los mejores sitios del mundo y que aprendan
buen inglés. La adaptación de estos muchachos es en muchos casos tortuosa, el
choque cultural es inmenso y se aplaca nuevamente en la búsqueda de ellos
mismos para formar comunidad.
Incluso para
muchos empresarios chinos con no pocos recursos viajar al extranjero no es gran
panorama y cuando lo hacen van sólo por negocios y rara vez a conocer más allá.
Van a las ferias, a la reunión y se vuelven sin mayor interés.
La auténtica
comida china –no la de los restaurantes de nuestros países- sigue el mismo
patrón, por ella los chinos sienten un gran orgullo. Sus características son
radicalmente diferentes a los sabores y preparaciones del resto del mundo,
incluso de otros países orientales y limítrofes como Tailandia, India, Corea o
Japón. Sin calificar su calidad –a mí en lo personal no me gusta - puedo decir
que para los extranjeros constituye en general una barrera. La cocina por más
baladí que se la pueda mirar es también reflejo de la cultura y en línea con lo
descrito aquí.
En síntesis, a
pesar de la modernidad y la globalización de la cual China es actor principal,
el país sigue un patrón de siglos y quizás milenios de introspección cultural,
sin perder la hebra del progreso. Desde
todos los planos pareciera ser que efectivamente los chinos se bastan a sí
mismos.
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