martes, 28 de octubre de 2014

El gran autogol de China: La crisis de Hong Kong


Hong Kong es una región administrativa especial de siete millones de habitantes que pertenece a China. Fue colonia Inglesa desde 1842, pero puntualmente  en  1898 presionado por Inglaterra China lo cedió en arriendo por 99 años lo que expiró en 1997. Posee Bandera, fronteras, legislación independiente, libertades públicas, y sobre todo una cultura cosmopolita propia de la amalgama de sus orígenes orientales y europeos. Su ingreso per capita es más alto que el promedio de Europa occidental, es centro financiero mundial, foco cultural de Asia, destino turístico de alto flujo, etc.

Durante el proceso de devolución, dada su importancia estratégica y el apego a su ex colonia, se negoció explícitamente que debía mantener su status especial y diferenciado de Mainland,  lo que implicaba resguardar su economía y las libertades ciudadanas hasta el año 2047  en que se produciría la integración completa. De esta manera si bien pertenece en términos de soberanía a China funciona como una nación autónoma bajo el famoso concepto “Un estado dos sistemas”. Un tema importante a tener en cuenta es que a finales del mandato británico el último gobernador Chris Patten comenzó a proyectar reformas democráticas en la colonia en orden a que después del traspaso se implementaran elecciones libres. Esto fue tomado con mucho recelo y molestia por las autoridades chinas.

En estos diecisiete años China ha respetado y se ha beneficiado del status de Hong Kong. Muchos negocios e inversiones empresariales que en la República Popular resultan una complicación manejarlos producto de la burocracia y la corrupción son canalizados eficientemente a través de este paraíso fiscal considerado por años el lugar del mundo con mayor libertad económica y de emprendimiento. Pero las ventajas han sido mutuas ya que la devolución se produjo justo en el momento en que la economía del gigante asiático tomó su mayor impulso aportando grandes flujos de capital y millonarias inversiones en diversas industrias.

China ha tratado de influir y hacer prevalecer su “forma de gobernar”  en la política Hongkonesa. Esto lo ha logrado con parcial habilidad al influir en los grupos más poderosos e incumbentes de la sociedad que se han visto beneficiados económicamente de la integración y sus negocios. Pero al mismo tiempo ha actuado con torpeza al tratar de introducir leyes como la de “educación patriótica” que pretendía avanzar en la homogenización de la enseñanza al estilo sesgado del continente. Dicha ley debió ser retirada ya que los estudiantes, profesores y diversos grupos ciudadanos protestaran activamente por su implementación. Cuestión no menor porque implica que el pequeño territorio ya le dobló la mano una vez a su nueva “metrópoli”. En ese tema estuvo fuertemente involucrado Joshua Wong un adolecente que fundó el movimiento estudiantil Scholarism y que es actor fundamental de las actuales manifestaciones

El dilema actual está relacionado con las elecciones del Jefe Ejecutivo del año 2017 que deben ser llevadas a cabo por primera vez por sufragio universal. Sin embargo, Beijing nuevamente apostó a lo rudo y estableció que los candidatos debían ser aprobados por un comité electoral afín al régimen comunista lo que en la práctica puede significar el control de dichas elecciones.

En este contexto resulta interesante constatar que una decisión así del gobierno que se efectué en otra ciudad cualquiera del país incluidas las que están pegadas a Hong Kong como Shenzhen o Guangzhou no causaría mayor repercusión y sería acatada con cabeza gacha. La China continental lleva anestesiada en su prosperidad económica más de veinte cinco años, su última revuelta fue a fines de los ochenta con Tian an Men. Pero la polis de Hong Kong es totalmente diferente, mucho más conscientes y orgullosos de sus derechos y libertades. Tomemos en cuenta que desde después de la segunda guerra mundial han tenido una prosperidad y estabilidad muy distintas a los de sus congéneres del norte que pasaron por la revolución cultural maoísta con sus traumas de hambre, violencia y control del pensamiento.

Por lo anterior,  Beijing al tratar de imponerse “a lo China”, cometió el error de movilizar a los Hongkoneses y amplificar un asunto que no era al parecer del todo crucial. Al fin y al cabo por razones principalmente de estrategia económica ambos territorios están ligados indisolublemente por tanto cualquiera que sea el gobierno que se instale en la ex colonia todo seguiría más o menos igual.

Para peor el torpe Jefe Ejecutivo afín al régimen Leung Chun-ying comprobó que la represión puede ser un boomerang; con sólo lanzar gases lacrimógenos y dispersar a los manifestantes en las primeras protestas -cuestión que en otros países sería casi un juego de niños- provocó la indignación de los ciudadanos que salieron por miles a apoyar las demandas democráticas, además alentó a los movimientos sociales “Ocuppy Central” y “Scholarism” que multiplicaron sus adherentes y por ende su poder negociador. Pero la amenaza más seria,  y esto asusta mucho a Beijing,  es que la notoriedad de la crisis pueda contagiar  a otras regiones y despertar de la siesta a los chinos.

Por más que se especulé en Hong Kong no habrá un Tian an Men, los contextos son demasiado disímiles, sería impensado un acto de represión y violencia a esa escala en un territorio plagado de extranjeros y empresas transnacionales de alcurnia. Podría apagar la luz en el acto del territorio especial con todas sus ventajas y repercutir mediáticamente a un nivel mayúsculo. Además y como ya lo ha dicho Gran Bretaña su ex colonia no le es indiferente. Por más que los voceros chinos insistan en repudiar la intervención extranjera no se inclinaran a generar  un conflicto geopolítico de esas dimensiones. 

Uno de los asuntos en que más podría afectarse China si no se resuelve con delicadeza el conflicto es su anhelada aspiración de re incorporar Taiwan. Justamente los líderes del PC han avanzado en la línea de que la isla pierda su estatus de estado independiente a cambio de que funcione como Hong Kong en el mismo esquema de “un estado dos sistemas”. Los de la isla de Formosa están viendo con lupa lo que pasa cruzando el mar y no van a estar dispuestos a volver a la gran nación si eso va a significar perder sus libertades.

En otro plano, en las manifestaciones la gente gritó consignas que planteaban que ellos no eran chinos sino hongkoneses. Esto tiene que ver con un arraigado sentimiento nacionalista,  los de Hong Kong  se perciben con razón más educados y civilizados que los chinos a los que miran un tanto como bárbaros. El flujo cada vez mayor de turistas y trabajadores que pasan la frontera han aumentado estos roces. Tampoco el alentar el fuego del separatismo es algo que le sea indiferente al gobierno central, ya con el Tíbet y las zonas de influencia musulmán tienen suficientes controversias y trabajo.

Por tanto parece ser que no le quedara más a Beijing que recular o negociar aunque sea con elegancia. Conceder parece ser en este caso el mal menor. El juego de la política siempre permite perder la partida aparentando que en verdad se la gano. De hecho ya se ha invitado a la oposición Hongkonesa a dialogar sobre las reformas y democráticas y no sería extraño que algo se esté hace rato preparando en la cocina.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Viajando en tren cuando no se debe

Entre el 1 y el 8 de octubre los chinos celebraron la fiesta nacional que es uno de sus grandes feriados masivos del año junto al “Chinese New Year”. Ellos -a diferencia nuestra- no suelen tener vacaciones individuales sino que usan estas dos fechas para sumar alrededor de veinte y hasta un mes de días libres. Recordemos que en China la migración interna por trabajo es inmensa por ende la gente suele trabajar en ciudades que no son donde crecieron y están sus padres, el famoso “Hometown”. Por lo tanto en estos eventos es como que el país completo decide jugar a las cambiaditas de locación y hacen estallar el normalmente perfecto y eficiente sistema de transporte. Millones de millones de millones a escala que sólo este país puede producir se abarrotan en estaciones de trenes, buses, aeropuertos, carreteras y puntos de teletransportación generando una locura total.

Yo con mi mentalidad laowai saqué unas cuentas penosas. Me fui unos días a trabajar a Guangzhou y decidí volverme en tren a Shenzhen a la tarde del 30 de octubre o sea justo el día en que trillones de chinos partían. Mi “lógica” funcionó de la siguiente forma: Shenzhen es una ciudad de casi puros inmigrantes por tanto la gente iba a tratar de irse de la ciudad y no llegar a ella entonces no había motivos para preocuparme por atochamientos. Eso más o menos funcionaría para mi país en que si es temporada de vacaciones casi nadie va a ir a visitar un lugar que no es turístico. Se me olvido que en Chile somos dieciséis millones y que China mil trecientos y por ende no existen los casi. Basta que el 1% de los habitantes se le ocurra conocer o pasar por Shenzhen y ya eso es una cifra sideral.

El tema es que llegué a la estación de trenes Guangzhou Dong como a las 15:00, normalmente la fila de la boletería no es de más de 5 personas y los trenes parten cada 15 minutos todo muy rápido. Esta vez la fila era inmensa debí esperar dos hora y media para obtener mi boleto, finalmente me lo dieron para las 21:00 o sea debía hacer tiempo como cuatro largas horas. Compré un  tiquete de  primera clase que es más caro y más cómodo y además elegí ventanilla, más tarde vería cual ridícula fue mi elección. En verdad hasta ahí medio me lo esperaba, era más demora de lo que tenía contemplado pero nada terrible. Me fui al mall que hay al frente de la estación me comí un Subway saque mi Laptop y me puse a trabajar matando el tiempo. Me pareció prudente partir unos 40 minutos antes de la hora de salida por si hubiese alguna mínima congestión.

Pues bien me fui tranquilo de vuelta, pasé el control de seguridad y de pronto ¡sorpresa! Estaba llenísimo, había una marea de chinos agolpados y pujando de a miles en torno a una gigantesca barrera de seguridad que rodeaba la entrada a la sala de espera. No me preocupó demasiado seguramente esta gente era la que iba a otras partes no a Shenzhen. Pero mientras me acercaba pude darme cuenta que estaba equivocado todo ese cardumen eran mis orientales compañeros de ruta.
Respiré profundo y la tranquilidad volvió a apaciguarme. Vi una fila que terminaba en un cartel que indicaba el número del tren correspondiente y el horario de salida y me dije “que habilosos estos chinos que como tienen tamaña aglomeración ponen a toda la gente ordenadita en colas previas para hacerlas pasar justo minutos antes que parta el tren y así hacerla de lujo”. Contándome mi propio cuento busqué mi número de tren para plantarme ordenadito a esperar, pero no estaba. Nuevo pensamiento apaciguador: “No está porque mi salida es en 30 minutos por tanto aun los hermosos y buenos guardias no nos ordenan en filita”.

Cuando ya solo faltaban veinte minutos para la hora, mis elucubraciones de civilidad de kindergarten entraron en crisis. Nunca nadie puso el cartel de mi tren, no había cola alguna, más aun los anuncios de los trenes anteriores estaban tirados y rotos  en el suelo, eran producto de una operación fracasada. Temiéndome lo peor traté de ubicar a un guardia, pero estos corrían de un lado a otro y no me daban bola, opté por meterme en la masa que presionaba las barreras a punta de codazos, ya quedaban sólo quince minutos para partir. Así con miles de chinos empujándome llegué a un extremo y puede ver que en el final de la barrera había guardias y policías. Ahí el caos y el desorden eran totales, la gente rompía el control y saltaba las vallas, se tiraban los bebes de un lado a otro, la policía los increpaba y trataba de detenerlos a gritos, los pasajeros gritaban de vuelta y les pegaban, de una escalera del segundo piso les lanzaba monedas y  objetos a los uniformados culpándolos del desastre.  

Logré a duras penas que una guardia me dedicara dos segundo de atención, le mostré que mi boleto estaba a punto de partir y que donde hacía la cola. Me indico con el dedo que no había línea alguna, que me metiera por donde cupiera. Como es sabido, ya carente del contexto de la ley de los hombres uno se vuelve un animal y “en roma has como los romanos”, comencé a dar patadas, codazos y empujones igual que todos los demás. Y entre tira y afloja, empuje que empuje, haciendo un húmedo intercambio de sudor con los 1300 millones,  siendo un colado descarado y campeón logré meterme en la línea correcta y traspasar  la entrada de la sala de espera a cinco minutos que partiera el tren.  Era un triunfador destructor del sistema y un buen chimpancé en la ley de la selva.

No terminaba de celebrar cuando vi que la sala de espera estaba tan y peor densamente poblada y caótica que el hall principal y que para el acceso al tren habían un caos de la santísima cornuda. Empujones, gritos, codazos, la misma historia. El sistema de voz grabada que anuncia los números de trenes era indiferente al desastre y seguía diciendo que máquina estaba a punto de partir y que recogiéramos nuestras cosas ordenadamente, no olvidáramos nada y nos dirigiéramos al túnel que lleva a abordar. Era como que la administración completa de ferrocarriles no quisiera perder el “Face” y hacía como que todo andaba de las mil maravillas. Pero la realidad era que la gente alrededor mío tenía tickets de hasta 4 trenes que ya habían partido antes del anunciado. O sea se debía aplicar la ley selvática de nuevo y subirse a lo que se moviera fuera como fuera tipo asalto al tren de película de Far West.

Me topé con unos taiwaneses que al reconocerme extranjero me comenzaron a hablar al oído así como de secreto de cuanto odiaban estas cosas de China y que algo así jamás pasaría en Taiwan. Aproveche esa instancia y les pedí a los de la isla de Formosa que me tomaran fotos en este momento único. En eso estaba cuando la masa comenzó a correr hacia otra dirección que no era el túnel de abordaje generando otra locura y claro allí los seguí. Habían abierto un nuevo acceso para llegar a la plataforma porque ya el colapso del hall era total.


Así por fin pude ubicarme al borde del andén y finalmente alcanzar el tren que fuere. Los que podían se sentaban y el resto parados. Yo el genio había comprado un boleto de primera clase con ventanilla que obviamente no podía ocupar, si me hubiese tocado irme en el vagón del ganado ahí hubiese estado mugiendo con las vacas, el tema era viajar el donde no importaba. Pero claro me lo tenía merecido había viajado en tren cuando no se debía.

jueves, 16 de octubre de 2014

La democracia para los chinos


Parece ser que las libertades ciudadanas son una cuestión que atañe a cada país. Hoy en el globo terráqueo hay lunares negros de dictaduras aquí y allá pero la historia ha demostrado que son los propios pueblos quienes deben decidir cuándo y cómo derrocar a sus tiranías y no con la intervención usualmente cínica e interesada  de las súper potencias.
El caso chino es particular como casi todo lo que ocurre acá, se trata de un estado autoritario de partido único pero que gobierna con el beneplácito o la total indiferencia de sus habitantes. Por más que se especule en occidente las libertades públicas, elecciones y prensa libre les interesa un comino a la inmensa mayoría de los chinos.

Más aun el sistema político ha consolidado bandos propios al interior del inmenso aparato que gobierna el estado. Liberales, conservadores y otras facciones se disputan las principales esferas de influencia. Al fin y al cabo el partido es una organización de más de setenta millones de miembros. La evolución del poder desde la muerte de Mao se ha encaminado hacia un sistema si bien no democrático si con rasgos difusos de representatividad, cierta diversidad y que a diferencia de casi todas las autocracias no significan el capricho de uno hombre y su grupo sino una cuestión mucho más amplia, social y compleja.
Los líderes chinos tras los nefastos años de la revolución cultural y a partir de Deng Xiaoping han dirigido con bastante soltura el estado rumbo a un evidente desarrollo convirtiendo a un país  muy pobre en uno cada día más avanzado y poderoso. Todo esto en un tiempo record.

Por lo anterior a la gran mayoría de la población le es muy lejano lo que pase en las esferas del súper poder. Ellos y sus hijos son la primera generación en la historia del milenario imperio que tienen comida y no hambruna y de ahí el salto hasta su primer auto su primer departamento y el primer standard de vida de clase media. Nunca jamás – y en ninguna parte- había ocurrido esto, de esta manera y a este ritmo. Por ello viven su proceso con orgullo y creciente nacionalismo.
Un internet censurado, prensa restringida,  un currículo bien extenso en las páginas de Amnistía Internacional y otras muchas cuestiones que para nosotros –y objetivamente- resultan  aberrantes y nos parecen un pueblo bajo total opresión en verdad les toca poco a ellos que tienen sus propias redes sociales, sitios y maneras de informarse o desinformarse de lo suyo y lo que les incumbe.

Diciendo las cosas como son la bonanza económica ha sido un poderoso ansiolítico a cualquier deseo de mayor apertura
Pero ojo china no ha sido siempre así, previo a la segunda guerra mundial hubo mucho debate político, prensa, creación de partidos y líderes de diverso pensamiento. La república que puso fin al imperio de los Qing y los inicios del propio Partido Comunista tuvieron que ver con eso. Esto ocurrió hace medio siglo lo que es muy reciente mirando la larga línea de tiempo de la historia y que decir del Tian An Men del 89 . Por tanto este estado de apatía hacia la democracia occidental no es parte del ADN de los chinos y así como alguna vez fue podría volver a ser.

Muy probablemente cuando el crecimiento se estanque –algún día va a ocurrir-, las generaciones jóvenes no sientan el bienestar como un privilegio sino como una cosa dada,  y los miles sino millones hijos de la  elite educada en Europa, Australia y Estados Unidos quiera influir,  las cosas puedan cambiar.
Pero también puede ocurrir que la habilidad hasta ahora infinita de los líderes gobernantes que siempre sacan conejos del sombrero,  pueda haber creado  antes de que lo anterior ocurra un sistema político lo suficientemente abierto y a la vez controlado que pueda seguir abriendo y cerrando la válvula de escape del descontento para que nunca reviente y seguir teniendo la manija a su favor.

Como tantas cosas y enigmas de China todo está por verse.