Entre el 1 y el 8
de octubre los chinos celebraron la fiesta nacional que es uno de sus grandes feriados
masivos del año junto al “Chinese New Year”. Ellos -a diferencia nuestra- no
suelen tener vacaciones individuales sino que usan estas dos fechas para sumar
alrededor de veinte y hasta un mes de días libres. Recordemos que en China la
migración interna por trabajo es inmensa por ende la gente suele trabajar en
ciudades que no son donde crecieron y están sus padres, el famoso “Hometown”.
Por lo tanto en estos eventos es como que el país completo decide jugar a las
cambiaditas de locación y hacen estallar el normalmente perfecto y eficiente
sistema de transporte. Millones de millones de millones a escala que sólo este
país puede producir se abarrotan en estaciones de trenes, buses, aeropuertos,
carreteras y puntos de teletransportación generando una locura total.
Yo con mi
mentalidad laowai saqué unas cuentas penosas. Me fui unos días a trabajar a
Guangzhou y decidí volverme en tren a Shenzhen a la tarde del 30 de octubre o
sea justo el día en que trillones de chinos partían. Mi “lógica” funcionó de la
siguiente forma: Shenzhen es una ciudad de casi puros inmigrantes por tanto la
gente iba a tratar de irse de la ciudad y no llegar a ella entonces no había
motivos para preocuparme por atochamientos. Eso más o menos funcionaría para mi
país en que si es temporada de vacaciones casi nadie va a ir a visitar un lugar
que no es turístico. Se me olvido que en Chile somos dieciséis millones y que
China mil trecientos y por ende no existen los casi. Basta que el 1% de los
habitantes se le ocurra conocer o pasar por Shenzhen y ya eso es una cifra
sideral.
El tema es que
llegué a la estación de trenes Guangzhou Dong como a las 15:00, normalmente la
fila de la boletería no es de más de 5 personas y los trenes parten cada 15
minutos todo muy rápido. Esta vez la fila era inmensa debí esperar dos hora y
media para obtener mi boleto, finalmente me lo dieron para las 21:00 o sea
debía hacer tiempo como cuatro largas horas. Compré un tiquete de
primera clase que es más caro y más cómodo y además elegí ventanilla,
más tarde vería cual ridícula fue mi elección. En verdad hasta ahí medio me lo
esperaba, era más demora de lo que tenía contemplado pero nada terrible. Me fui
al mall que hay al frente de la estación me comí un Subway saque mi Laptop y me
puse a trabajar matando el tiempo. Me pareció prudente partir unos 40 minutos
antes de la hora de salida por si hubiese alguna mínima congestión.
Pues bien me fui
tranquilo de vuelta, pasé el control de seguridad y de pronto ¡sorpresa! Estaba
llenísimo, había una marea de chinos agolpados y pujando de a miles en torno a
una gigantesca barrera de seguridad que rodeaba la entrada a la sala de espera.
No me preocupó demasiado seguramente esta gente era la que iba a otras partes
no a Shenzhen. Pero mientras me acercaba pude darme cuenta que estaba
equivocado todo ese cardumen eran mis orientales compañeros de ruta.
Respiré profundo
y la tranquilidad volvió a apaciguarme. Vi una fila que terminaba en un cartel
que indicaba el número del tren correspondiente y el horario de salida y me
dije “que habilosos estos chinos que como tienen tamaña aglomeración ponen a
toda la gente ordenadita en colas previas para hacerlas pasar justo minutos
antes que parta el tren y así hacerla de lujo”. Contándome mi propio cuento busqué
mi número de tren para plantarme ordenadito a esperar, pero no estaba. Nuevo
pensamiento apaciguador: “No está porque mi salida es en 30 minutos por tanto
aun los hermosos y buenos guardias no nos ordenan en filita”.
Cuando ya solo
faltaban veinte minutos para la hora, mis elucubraciones de civilidad de
kindergarten entraron en crisis. Nunca nadie puso el cartel de mi tren, no
había cola alguna, más aun los anuncios de los trenes anteriores estaban
tirados y rotos en el suelo, eran
producto de una operación fracasada. Temiéndome lo peor traté de ubicar a un
guardia, pero estos corrían de un lado a otro y no me daban bola, opté por
meterme en la masa que presionaba las barreras a punta de codazos, ya quedaban
sólo quince minutos para partir. Así con miles de chinos empujándome llegué a
un extremo y puede ver que en el final de la barrera había guardias y policías.
Ahí el caos y el desorden eran totales, la gente rompía el control y saltaba
las vallas, se tiraban los bebes de un lado a otro, la policía los increpaba y
trataba de detenerlos a gritos, los pasajeros gritaban de vuelta y les pegaban,
de una escalera del segundo piso les lanzaba monedas y objetos a los uniformados culpándolos del
desastre.
Logré a duras
penas que una guardia me dedicara dos segundo de atención, le mostré que mi
boleto estaba a punto de partir y que donde hacía la cola. Me indico con el
dedo que no había línea alguna, que me metiera por donde cupiera. Como es
sabido, ya carente del contexto de la ley de los hombres uno se vuelve un
animal y “en roma has como los romanos”, comencé a dar patadas, codazos y
empujones igual que todos los demás. Y entre tira y afloja, empuje que empuje, haciendo
un húmedo intercambio de sudor con los 1300 millones, siendo un colado descarado y campeón logré
meterme en la línea correcta y traspasar la entrada de la sala de espera a cinco
minutos que partiera el tren. Era un
triunfador destructor del sistema y un buen chimpancé en la ley de la selva.
No terminaba de
celebrar cuando vi que la sala de espera estaba tan y peor densamente poblada y
caótica que el hall principal y que para el acceso al tren habían un caos de la
santísima cornuda. Empujones, gritos, codazos, la misma historia. El sistema de
voz grabada que anuncia los números de trenes era indiferente al desastre y
seguía diciendo que máquina estaba a punto de partir y que recogiéramos
nuestras cosas ordenadamente, no olvidáramos nada y nos dirigiéramos al túnel
que lleva a abordar. Era como que la administración completa de ferrocarriles no
quisiera perder el “Face” y hacía como que todo andaba de las mil maravillas. Pero
la realidad era que la gente alrededor mío tenía tickets de hasta 4 trenes que
ya habían partido antes del anunciado. O sea se debía aplicar la ley selvática
de nuevo y subirse a lo que se moviera fuera como fuera tipo asalto al tren de
película de Far West.
Me topé con unos
taiwaneses que al reconocerme extranjero me comenzaron a hablar al oído así
como de secreto de cuanto odiaban estas cosas de China y que algo así jamás
pasaría en Taiwan. Aproveche esa instancia y les pedí a los de la isla de Formosa
que me tomaran fotos en este momento único. En eso estaba cuando la masa
comenzó a correr hacia otra dirección que no era el túnel de abordaje generando
otra locura y claro allí los seguí. Habían abierto un nuevo acceso para llegar
a la plataforma porque ya el colapso del hall era total.
Así por fin pude ubicarme
al borde del andén y finalmente alcanzar el tren que fuere. Los que podían se
sentaban y el resto parados. Yo el genio había comprado un boleto de primera
clase con ventanilla que obviamente no podía ocupar, si me hubiese tocado irme
en el vagón del ganado ahí hubiese estado mugiendo con las vacas, el tema era
viajar el donde no importaba. Pero claro me lo tenía merecido había viajado en
tren cuando no se debía.
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