Parece ser que
las libertades ciudadanas son una cuestión que atañe a cada país. Hoy en el
globo terráqueo hay lunares negros de dictaduras aquí y allá pero la historia
ha demostrado que son los propios pueblos quienes deben decidir cuándo y cómo
derrocar a sus tiranías y no con la intervención usualmente cínica e interesada
de las súper potencias.
El caso chino es particular
como casi todo lo que ocurre acá, se trata de un estado autoritario de partido
único pero que gobierna con el beneplácito o la total indiferencia de sus
habitantes. Por más que se especule en occidente las libertades públicas,
elecciones y prensa libre les interesa un comino a la inmensa mayoría de los
chinos.
Más aun el
sistema político ha consolidado bandos propios al interior del inmenso aparato que
gobierna el estado. Liberales, conservadores y otras facciones se disputan las principales
esferas de influencia. Al fin y al cabo el partido es una organización de más
de setenta millones de miembros. La evolución del poder desde la muerte de Mao
se ha encaminado hacia un sistema si bien no democrático si con rasgos difusos
de representatividad, cierta diversidad y que a diferencia de casi todas las
autocracias no significan el capricho de uno hombre y su grupo sino una
cuestión mucho más amplia, social y compleja.
Los líderes
chinos tras los nefastos años de la revolución cultural y a partir de Deng
Xiaoping han dirigido con bastante soltura el estado rumbo a un evidente
desarrollo convirtiendo a un país muy
pobre en uno cada día más avanzado y poderoso. Todo esto en un tiempo record.
Por lo anterior a
la gran mayoría de la población le es muy lejano lo que pase en las esferas del
súper poder. Ellos y sus hijos son la primera generación en la historia del
milenario imperio que tienen comida y no hambruna y de ahí el salto hasta su
primer auto su primer departamento y el primer standard de vida de clase media.
Nunca jamás – y en ninguna parte- había ocurrido esto, de esta manera y a este
ritmo. Por ello viven su proceso con orgullo y creciente nacionalismo.
Un internet
censurado, prensa restringida, un currículo
bien extenso en las páginas de Amnistía Internacional y otras muchas cuestiones
que para nosotros –y objetivamente- resultan aberrantes y nos parecen un pueblo bajo total
opresión en verdad les toca poco a ellos que tienen sus propias redes sociales,
sitios y maneras de informarse o desinformarse de lo suyo y lo que les incumbe.
Diciendo las
cosas como son la bonanza económica ha sido un poderoso ansiolítico a cualquier
deseo de mayor apertura
Pero ojo china no
ha sido siempre así, previo a la segunda guerra mundial hubo mucho debate
político, prensa, creación de partidos y líderes de diverso pensamiento. La república
que puso fin al imperio de los Qing y los inicios del propio Partido Comunista
tuvieron que ver con eso. Esto ocurrió hace medio siglo lo que es muy reciente
mirando la larga línea de tiempo de la historia y que decir del Tian An Men del
89 . Por tanto este estado de apatía hacia la democracia occidental no es parte
del ADN de los chinos y así como alguna vez fue podría volver a ser.
Muy probablemente
cuando el crecimiento se estanque –algún día va a ocurrir-, las generaciones
jóvenes no sientan el bienestar como un privilegio sino como una cosa dada, y los miles sino millones hijos de la elite educada en Europa, Australia y Estados
Unidos quiera influir, las cosas puedan
cambiar.
Pero también
puede ocurrir que la habilidad hasta ahora infinita de los líderes gobernantes
que siempre sacan conejos del sombrero, pueda haber creado antes de que lo anterior ocurra un sistema
político lo suficientemente abierto y a la vez controlado que pueda seguir
abriendo y cerrando la válvula de escape del descontento para que nunca
reviente y seguir teniendo la manija a su favor.
Como tantas cosas
y enigmas de China todo está por verse.
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