El domingo pasado fuimos con el Ale y con nuestro buen amigo
argentino Ignacio a jugar Bádminton. Todo un hallazgo para mí que pensé que en
China iba a tener una vida muy sedentaria entre la oficina y la casa. Pero no
ha sido para nada así, acá la cultura de la bici es fuerte, pedaleamos mucho y
la verdad que cómo deporte el bádminton es entretenidísimo y muy efectivo.
Pues bien, cuando veníamos muy cansados en la bici de vuelta
rumbo al departamento, el Ale pinchó una rueda cerca de un centro comercial. Ignacio,
clásico hombre todo terreno, de aquéllos que siempre son precavidos lo hacen
todo bien y lo arreglan todo sacó su juego especial de reparación de bicicletas
y comenzó a extraer la llanta, buscar el
orificio, poner el pegamento especial, el parche, etc, etc, etc. Él como lleva un año en China y sabe más de
los usos de los habitantes de esta sociedad nos vaticinó “ya verán lo que pasa,
al rato tendremos una buena concurrencia”.
Pues bien, rápidamente se acercó un guardia del lugar, luego otros que estacionaron
el auto, una pareja y de a poco se fue formando un circulo de personas que
pasaban y se aproximaban a ver este magnífico e imperdible show de unos
occidentales arreglando una bicicleta. Sin mentir, se deben haber juntado unas
10 personas. Y no era que miraban de lejos, se ponían a tocar las cosas y a poner
la pupila casi en el pegamento del ungüento que hacía Ignacio. Él nos explicaba
después, que esto era típico en China, la gente es muy curiosa y por las cosas
más sencillas se forman tumultos de mirones.