Nuestro buen amigo
mexicano Alex, director de la filial en Shenzhen de una importante compañía de
accesorios eléctricos nos contó un cuento-fábula que grafica la noción de
competencia que existe en China.
“Si pones a un chino a pelear con un japonés gana holgado el
chino que es más agresivo y acostumbrado a luchar. Pero si pones a dos
japoneses y a dos chinos, triunfan por lejos los japoneses que tienen mentalidad
colectiva y saben trabajar en equipo, en cambio los chinos sentirán la amenaza
entre ellos mismos y antes de atacar a los japoneses se van a tratar de matar
entre ellos”.
En su visión, los chinos desde que nacen están mirando la
cuna del lado, observando a su alrededor a los otros recién nacidos y evaluando cómo vamos en la carrera. Alex, que experiencia no le falta con sus
trabajadores y ejecutivos, dice: “el ADN
de los chinos de hoy es pura, fuerte y dura competencia”.
Efectivamente, en mi propia experiencia he podido comprobar
esta premisa. Los chinos laboralmente se tratan con profunda desconfianza
cuando perciben que ambos son “players” de un juego similar. Alguna vez me ha
tocado inocentemente presentar a dos empresarios chinos amigos y se dan entre
ellos un saludo de hielo y se miran como si fueran boxeadores.
Esto se puede vincular
directamente con la educación y la actitud que tiene la sociedad hacia ella. El
sistema escolar y universitario chino no es inclusivo, ni nada cercano a la
teoría psicológica humanista que tanto ha influido a Occidente. Acá el profesor es un
dios, los alumnos escuchan y aprenden. No hay espacio para la disidencia y
menos para la rebeldía adolescente, ni los desordenados. Para nosotros es de
locos, pero acá los alumnos en clases se portan bien. La escuela es estudio y a
presión. ¿El por qué? Primero, por factores culturales e históricos de una
sociedad en esencia verticalista que sería largo detallar, pero más simplemente
porque sólo los mejores acceden a entrar a la universidad. Y más aún, sólo los
excelentes logran entrar a las mejores universidades y carreras. Por tanto no hay
posibilidad amagues o dudas. El estudio marcará para siempre el futuro y
estatus del muchacho y no sólo de él sino también de su familia.
Qué diferente a la educación en crisis de Occidente y de
Chile, en particular, donde los colegios a veces parecen navegar a la deriva; los
profesores llenos de dudas morales y metodológicas, los alumnos queriendo hacer la “cimarra” o “capear
clases”, y donde muchas veces la
enseñanza y el aprendizaje pasan a un segundo plano ante lo social. La frase
tan manida de muchos apoderados en Chile respecto a la escuela “primero me
interesa que mi hijo sea feliz en el colegio”, en este país sería de verdad
motivo de carcajada con las manos en el estómago.
Con esto no estoy haciendo un juicio favorable, ni mucho
menos alabando al sistema chino. Para nada. La cuestión de la híper exigencia es
bien brutal. Muchos padres llevan a sus hijos sábados y domingos a clases
extras al colegio o a institutos de inglés o entrenamientos deportivos de élite.
El tiempo libre, compartir en familia u otros, tiene una valoración menor en
esta gran carrera.
En este mismo sentido y en todos los niveles etarios
cualquier tarea, ocupación, deporte o hobbies está enfocado a la competencia. Cuando
llegué con mis hijos a este país los puse en clases de fútbol donde había otros
niños latinos. Y me sorprendió que no existía la idea de “llevar al niño para
que hiciera deporte y se distrajera”, nada, acá las clases son para ganar.
Lleno de torneos competencias, prácticas dos o tres veces por semana como si se
jugara cada renacuajo la copa del mundo. Yo mismo me inscribí en clases de Taichi para hacer una
actividad que me relaje. A la segunda clase me pasaron CD con video y libros y
a estudiar. No se trata de distenderse.
Incluso el amor es secundario. Son escasos o más solapados
los noviazgos o pololeos adolescentes, pues se consideran como pérdida de tiempo
y distracción del rigor académico y los resultados que requiere esa edad.
A nivel laboral, obviamente todo va en el mismo sentido. El
sistema promueve largas jornadas de trabajo, sábados y domingos son si se puede
para trabajar. Y, a diferencia de lo que creemos, es más auto-explotación que explotación. Trabajar, producir, rendir es
la forma de vida. Muchas veces les he preguntado a conocidos chinos que hacen
en su tiempo libre. Y me miran con cara entre disculpa y de qué me habla este
extraterrestre.
Es común que la gente abandone por largas jornadas a sus
hijos e incluso su familia nuclear por el trabajo. He podido conocer de primera
mano cómo algunas mujeres mandan a sus hijos de pocos meses a vivir con sus
madres a otra ciudad o a su home town porque no tienen tiempo para cuidarlos. O bien, hombres que simplemente se van a vivir solos lejos de los suyos porque encontraron
un nuevo empleo; e incluso un conocido chino con su esposa que hace más de un
mes que no pasan algunas horas con su único hijo porque tienen que echar a
andar su fábrica que está en plena producción.
Aunque poco a poco -y
en honor a la verdad - esto está empezando a cambiar y, a pesar que la curva del hastío y la
salud está llevando a la clase media más acomodada a mirar con más simpatía el
tiempo libre y las vacaciones, acá se sigue
viviendo en vértigo permanente.
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