lunes, 29 de abril de 2013

La Gran Carrera


Nuestro  buen amigo mexicano Alex, director de la filial en Shenzhen de una importante compañía de accesorios eléctricos nos contó un cuento-fábula que grafica la noción de competencia que existe en China.

“Si pones a un chino a pelear con un japonés gana holgado el chino que es más agresivo y acostumbrado a luchar. Pero si pones a dos japoneses y a dos chinos, triunfan por lejos los japoneses que tienen mentalidad colectiva y saben trabajar en equipo, en cambio los chinos sentirán la amenaza entre ellos mismos y antes de atacar a los japoneses se van a tratar de matar entre ellos”.

En su visión, los chinos desde que nacen están mirando la cuna del  lado, observando a su alrededor a los otros recién nacidos y evaluando cómo vamos en la carrera.  Alex, que experiencia no le falta con sus trabajadores y ejecutivos, dice:  “el ADN de los chinos de hoy es pura, fuerte y dura competencia”.

Efectivamente, en mi propia experiencia he podido comprobar esta premisa. Los chinos laboralmente se tratan con profunda desconfianza cuando perciben que ambos son “players” de un juego similar. Alguna vez me ha tocado inocentemente presentar a dos empresarios chinos amigos y se dan entre ellos un saludo de hielo y se miran como si fueran boxeadores.  

Esto se puede  vincular directamente con la educación y la actitud que tiene la sociedad hacia ella. El sistema escolar y universitario chino no es inclusivo, ni nada cercano a la teoría psicológica humanista que tanto ha  influido a Occidente. Acá el profesor es un dios, los alumnos escuchan y aprenden. No hay espacio para la disidencia y menos para la rebeldía adolescente, ni los desordenados. Para nosotros es de locos, pero acá los alumnos en clases se portan bien. La escuela es estudio y a presión. ¿El por qué? Primero, por factores culturales e históricos de una sociedad en esencia verticalista que sería largo detallar, pero más simplemente porque sólo los mejores acceden a entrar a la universidad. Y más aún, sólo los excelentes logran entrar a las mejores universidades y carreras. Por tanto no hay posibilidad amagues o dudas. El estudio marcará para siempre el futuro y estatus del muchacho y no sólo de él sino también de su familia.

Qué diferente a la educación en crisis de Occidente y de Chile, en particular, donde los colegios a veces parecen navegar a la deriva; los profesores llenos de dudas morales y metodológicas,  los alumnos queriendo hacer la “cimarra” o “capear clases”, y donde muchas veces  la enseñanza y el aprendizaje pasan a un segundo plano ante lo social. La frase tan manida de muchos apoderados en Chile respecto a la escuela “primero me interesa que mi hijo sea feliz en el colegio”, en este país sería de verdad motivo de carcajada con las manos en el estómago.

Con esto no estoy haciendo un juicio favorable, ni mucho menos alabando al sistema chino. Para nada. La cuestión de la híper exigencia es bien brutal. Muchos padres llevan a sus hijos sábados y domingos a clases extras al colegio o a institutos de inglés o entrenamientos deportivos de élite. El tiempo libre, compartir en familia u otros, tiene una valoración menor en esta gran carrera.

En este mismo sentido y en todos los niveles etarios cualquier tarea, ocupación, deporte o hobbies está enfocado a la competencia. Cuando llegué con mis hijos a este país los puse en clases de fútbol donde había otros niños latinos. Y me sorprendió que no existía la idea de “llevar al niño para que hiciera deporte y se distrajera”, nada, acá las clases son para ganar. Lleno de torneos competencias, prácticas dos o tres veces por semana como si se jugara cada renacuajo la copa del mundo. Yo mismo  me inscribí en clases de Taichi para hacer una actividad que me relaje. A la segunda clase me pasaron CD con video y libros y a estudiar. No se trata de distenderse.

Incluso el amor es secundario. Son escasos o más solapados los noviazgos o pololeos adolescentes, pues se consideran como pérdida de tiempo y distracción del rigor académico y los resultados que requiere esa edad.

A nivel laboral, obviamente todo va en el mismo sentido. El sistema promueve largas jornadas de trabajo, sábados y domingos son si se puede para trabajar. Y, a diferencia de lo que creemos, es más auto-explotación que explotación. Trabajar, producir, rendir es la forma de vida. Muchas veces les he preguntado a conocidos chinos que hacen en su tiempo libre. Y me miran con cara entre disculpa y de qué me habla este extraterrestre.

Es común que la gente abandone por largas jornadas a sus hijos e incluso su familia nuclear por el trabajo. He podido conocer de primera mano cómo algunas mujeres mandan a sus hijos de pocos meses a vivir con sus madres a otra ciudad o a su home town porque no tienen tiempo para cuidarlos. O bien, hombres que simplemente se van a vivir solos lejos de los suyos porque encontraron un nuevo empleo; e incluso un conocido chino con su esposa que hace más de un mes que no pasan algunas horas con su único hijo porque tienen que echar a andar su fábrica que está en plena producción.

Aunque poco a poco  -y en honor a la verdad - esto está empezando a cambiar y, a pesar que la curva del hastío y la salud está llevando a la clase media más acomodada a mirar con más simpatía el tiempo libre y las vacaciones,  acá se sigue viviendo en vértigo permanente.

martes, 9 de abril de 2013

Face to face


Tiempo atrás a un proveedor amigo  le pedí que enviara unos productos a las bodegas de otra fábrica para consolidar (juntar) una carga, cuestión de logística habitual este tipo de trabajo. Yo le hablaba, chateando por Skype,  sobre esta materia totalmente despreocupado y sin tomar especial atención a mis palabras ya que era un tema de rutina. Me dijo que prefería que fuera el otro proveedor quien le mandara la mercancía a sus bodegas, situación que no me convenía. Le insistí que no, que debía ser tal como lo había establecido desde un principio. Entonces, argumentó que me saldría caro por el transporte, que su propuesta era más barata y otros mil argumentos circulares y sin sentido. Confirmé dicho precio con la fábrica número dos y no era verdad lo del valor más alto. Por lo tanto, de nuevo me negué. Ya me estaba pareciendo rara la cosa. Y siguió en la misma hasta que, al final se sinceró; no quería enviar la mercadería para allá porque creía que ese proveedor era una amenaza para él y le podía copiar sus productos.  Y he ahí que yo  - ignorante de mi contexto -  le digo “pero si opinas eso ¿por qué la otra fábrica no puede creer que tú también les copiarás a ellos?” Shazzzz!!!!  Ardió Troya, quedó la grande.  Se volvió loco de furia: …Que era una “insolencia”, que como le decía eso, que qué me creía, que no seguiría hablando conmigo, que era un desleal y un largo etcétera de epítetos.

Tuve que parar de hacer mis cosas y reaccionar sacudiendo la cabeza… ¿Qué  le había pasado a este chino? - me pregunté-  ¿qué dije de malo?  Leí y releí el chat y no hallaba mi insolencia. Luego, tuve la mala ocurrencia de llamarlo por teléfono y,  por primera vez en la vida, fui gritoneado y vapuleado por un proveedor que estaba hecho un energúmeno, aludiendo a que yo le había dicho palabras terriblemente hirientes, que cómo le decía que el copiaba productos  y todo el rosario de nuevo.

Pues bien, sin saberlo le había quitado el “Face” a un chino.

Nuevamente, por favor no me tomen como experto antropólogo, ni mucho menos, trataré como simple mortal que vive en estas tierras de explicar y ejemplificar a qué se refiere esto del “Face” que es un asunto bien jodido en las culturas orientales, especialmente en China.

Los chinos son extremadamente preocupados de su imagen pública. Es muy importante para ellos que la gente los aprecie como rectos, justos, honorables y, por sobre todo, exitosos. Pero es mucho más importante en esto la cáscara que el contenido, o sea el factor que “se aprecie”. Una latina conocida nuestra que es profesora de una escuela básica bilingüe en Shenzhen nos contaba que para los padres era vital que dichas escuelas tuvieran presentaciones o sea actos de los niños. En ellos, los pequeños mostraban al público como dominaban el inglés, recitaban hasta diez o sabían los colores. Pero en otros aspectos de su educación harto más centrales en que se les pedía colaboración para acompañar el aprendizaje eran por lo común, indiferentes.  Lo importante era mostrar que su hijo sabe, mucho más que si sabe de verdad.

Otra amiga, también profesora de un colegio chino pero de currículum inglés con maestros todos extranjeros,  nos contaba que como en todo grupo de niños a veces se producen peleas y conflictos entre ellos.  Entonces acostumbran llamar a los padres para tratar el conflicto de sus hijos y de esta manera solucionarlo desde el hogar o poder conversarlo entre adultos. Pero en un número importante de los casos los apoderados  piden, por favor, no ser enfrentados con los otros ni asistir al colegio porque afecta su “face” y el de su familia. Piden que por último, se sancione con severidad a sus hijos pero no ser evidenciados ante nadie por la posible “falta”.

Por “Face” ha habido  asesinatos de maridos y novios despechados, peleas varias y conflictos de a montones. Es también la razón por la cual un subalterno debe tener claro como dirigirse a su jefe y un pariente menor, al jefe de familia. Se pueden afectar “Face” personales, familiares o corporativos.
Entonces para definirlo el “face” es una mezcla entre el honor, la autoridad de una persona pero, por sobre todo, su imagen ante los demás. Por ello mucho más importante que cometer una falta moral es que se comente que alguien la cometió lo que se traduce en una pérdida de “face” que es algo gravísimo para muchos chinos, más aún si tienen algún nivel jerárquico en sus empresas, familias, gobierno o el escalafón que sea.

Mentir, por ejemplo, en cierto contexto evasivo no es interpretado como grave incluso puede ser muy conveniente y aceptado socialmente para evitar una pérdida de “face” propio o para impedir que la persona a la cual se le ha mentido se vea enfrentado a una verdad o situación que afecte su propia imagen. Pero ser develado en la mentira, llamado e identificado como mentiroso, es altamente ofensivo.
Llevado entonces al ejemplo con mi proveedor  chino, el problema no era que el pudiera copiar los productos de la competencia, de hecho muchas veces tuvimos reuniones casi completas en que nos dedicamos a analizar a la competencia y ver cómo le copiábamos sus productos, el problema es que despreocupadamente con mis palabras le cuestioné que podía ser  un copión. Si eso mismo hubiese ocurrido en una sala donde estuviesen además sus trabajadores escuchando, capaz que hubiese agarrado una espada y me parte en dos porque hubiese amenazado masivamente su “face” ante quienes directamente debe resguardarlo.

Por eso mismo,los chinos se andan cuidando de “pisarse los callos” todo el tiempo y son tremendamente indirectos, redundantes e imprecisos para plantear cualquier cosa. Nunca te criticarán directo, ni negaran claramente algo que para ti es importante, te lo harán saber de alguna forma que no dañe tu propio “Face”.
Como ven (ufff!!!) no es fácil por acá el “face to face”….

lunes, 1 de abril de 2013

Ir al Dentista en China....


Uno de estos días estaba yo disfrutando de una bolsa de maní Chino. Acá el maní es muy popular, barato y rico. Incluso todo lo cocinan con aceite de maní –que es bien malito- en vez de maravilla. De pronto, uno de los granos me resultó duro como piedra y reclamé al universo por la falta de prolijidad de los chinos en empacar sus cosas. Pues bien, al rato sentí algo raro en mi boca, la recorrí por dentro y mi lengua descubrió la intriga, me acababa de comer uno de mis dientes… no era culpa de los chinos.

No sé cómo, pero se me había salido completa una muela, dejándome un hoyo con contacto directo con la raíz. Tomaba algo helado o una simple respiración profunda y se me paraban todos los pelos. Debía ir al dentista urgente. El detalle escabroso… estaba en China.

Mis recuerdos del dentista son atroces. Mientras muchos niños rememoran con indiferencia y hasta cariño sus idas a este especialista, para mí fue lo contrario. Mi padre mi llevaba donde la señora Margot que atendía en el centro. Nunca podré olvidar los gritos desgarradores  que salían de los niños grandes, pequeños y hasta adultos que entraban a su sala y se sentaban en su silla de tortura. Y por cierto los dolores horribles que me provocaba, al punto que muchas veces me ponía tan nervioso que ni siquiera me tomaba la anestesia. Creo que la vieja %&&%$· debió ser directamente torturadora.

El asunto era que no tenía tiempo para esperar debía arriesgarme a ir a un dentista chino. Le pregunté a mi amigo Ernesto que me recomendó uno donde se había hecho un tratamiento y con la Patty de la mano y muerto de susto partí para allá.  Al llegar, nos recibieron con mucha alegría dos chinitas que nos llevaron donde el doctor. Era un señor de aspecto serio que no hablaba inglés, por tanto sus ayudantes eran sus traductoras. Me revisó y me dijo que debía ponerme una corana porque se me había salido el diente y que parecía que la raíz estaba bien, pero si me llegaba a doler había que hacer un tratamiento conducto. Eso además, me aterró desde el bolsillo.

Me mandaron a sacar unas radiografía al salón de al lado. Era un pedazo del futuro, con una maquina gigante blanca llena de brazos y cámaras como un ”transformer” que te atenazaba, ahí me apoyaron para morder una lámina, se activaron unas luces, ruiditos y ya. Pero la chica que manejaba por fuera el asunto movía la cabeza como que algo había salido mal, entonces llegó otra chinita y me hizo volver a morder y de nuevo luz y ruido, pero nada. Entró otra y otra apretando botones, teclados, pantallas táctiles etc. Esto de cuando se multiplican y agrupan las chinitas es siempre un síntoma de que las cosas no van bien. Eso me dio mala espina y aumentó mi tensión. Cómo no eran capaces de hacer funcionar la radiografía cibernética. Finalmente, cuando ya habían llegado unas seis chicas, y la confusión era total, y yo todavía con la placa en la boca llegó el dentista y puso orden, se haría el asunto sin radiografía. Y de vuelta a la silla del dentista.

Luego el doctor me preguntó que cuál corona quiero, si de cerámica, cerámica con metal, metal solo, aleación y otras veinte opciones. Me dijo que me convenía muchísimo el diente de cerámica, porque es más lindo, muerde mejor, da más estatus, casi que era el diente de la serpiente de agua del calendario chino. Pregunto los precios y claro la famosa corona costaba como 500 USD. Decidí ponerme uno de metal no más, total se trataba de una muela y excepto que un día quede inconsciente con la boca abierta nadie se va a dar cuenta lo que tengo tan adentró de mi boca. Pero dale con el de cerámica y su carácter esplendido y la volví a rechazar. Como dicen los mexicanos la religión de este país es “la lana”.

Cuando ya estaba listo y el dentista preparaba su accionar, un pensamiento perturbador recorrió mi cabeza  al punto que estuve a punto de pararme e irme. Me acordé que alguien me había contado que en la medicina China el dolor es síntoma de salud. Usan dosis pequeñas de medicamentos de todo tipo ya que tienen la teoría de que el dolor ayuda a testear el estado del paciente. Entonces pensé…. Chuta estos tipos no deben usar anestesia. Me morí de miedo, me puse pálido y me quise arrancar. El dentista le preguntó a la chinita qué me pasaba, yo miraba a la Patty con cara de “sáquenme de aquí”. Entonces consulté derechamente  si usaban anestesia o no, con la sensación de que no habían entendido mi inglés y, por cierto, me miraron con cara comprensiva al mismo tiempo como diciendo “pobre Laowai estúpido”. Por su puesto usaban anestesia. “Just relax” me dijo la chinita, cerré los ojos, miré a la Patty por última vez como si fuera un chimpancé que están a punto de mandarlo a orbitar al espacio, cerré los ojos y me entregué.

Debo decir que el dentista chino era seco, no me dolió casi nada, usaba incluso anestesia previa de cremita para poner las inyecciones de la anestesia dura. Y cuando me ponía muy tenso la chinita me pasaba un pañito húmedo por la frente y de nuevo “just relax”. Todo perfecto.

Lo único desagradable es que el dentista se acerca a tu boca y quedas muchas veces pegado a su cara, y el dentista como la mayoría de los chinos tenía un aliento a dragón oriental de la madre cebollín horrible, un par de veces esto me provocó arcadas y estuve a punto vomitar con todos los instrumentos, taladro y mangueritas adentro de mi boca. Por suerte, lo pude controlar.

A la salida agradecí a todos con rostro de satisfacción y alivio y pregunté qué  cosa no podía morder con aquel diente. Nuevamente, me miraron con cara de “laowai estúpido” y me dijeron que lo único que no podía masticar era hueso. Me sentí como un labrador.

Pero fuera de eso, mi corona quedó perfecta, el trabajo fue de primera y debo decir al igual que el hospital chino que hasta ahora la medicina en china me parece muy re estupenda.