miércoles, 22 de mayo de 2013

Estresado por el Taichi en Chile y China


A mis veintitantos, recién salido de la universidad y ante las entusiastas recomendaciones de un primo,  me metí al Instituto de Cultura China de Santiago a practicar Taichi. Lo hice en un 5% por hacer una actividad física recreativa y en un 95% para encontrar polola (novia) que era mi obsesión compulsiva en esos años. Qué reconfortante la libertad de decirlo hoy sin mucha vergüenza, casi cualquier cosa que hacía en esos tiempos era pensando en mujeres. Esto es como "una salida del clóset" de los nerd como yo.

Pagué caro: matrícula y como doce cuotas, al estilo universidad privada y quede así amarrado económicamente por unos buenos meses a las profundas enseñanzas motoras-filosóficas del gigante asiático.

Éramos como sesenta personas y obviamente que Murphy metió su cola y  resultó que no había ninguna chica guapa, ni medio guapa,  sino un gran número de señoras de edad, viejitos y uno que otro adefesio como yo.

El profesor no era chino sino un muchacho joven, flaco, bajito y de barba. Levemente carismático, no muy simpático, y - algo que me chocó desde el principio - es que en cada descanso de los ejercicios se fumaba un cigarrillo. Nunca he entendido a la gente que hace actividades "naturales" y al mismo tiempo se contamina el cuerpo.

Respecto a cómo me fue, valga una introducción que mis compañeros del colegio podrán refrendar. Yo soy descoordinado, pero no así como solo "descordinadito", sino horrible profunda y severamente, descoordinado. Es casi un talento, creo poderle dar a mi país una medalla si hubiese una olimpiada de los discordes. Cuando estaba en gimnasia en secundaria y el profesor nos hacía los típicos ejercicios de abrir y cerrar los brazos al mismo tiempo que las piernas, avanzar para un lado a la izquierda y luego a la derecha, yo parecía un personaje de comedia gringa, todos iban para un lado y yo cual pájaro apostonado aleteando lastimosamente me iba para el otro, dañando estéticamente la performance del grupo.

Peor aún, adquirí el elemental concepto de izquierda y derecha de "Plaza Sésamo" cuando aprendí a manejar o sea recién a los 23 años y, a leer los relojes de palitos no digitales como a los 25 (y aún me cuesta). O sea mal. Jamás debí pasar el pre kínder. Esto es como otra confesión de "salida del clóset", pero ahora de los tontos.

Y bueno con esa pobre "base" como dicen los profesores me aventuré al Taichi. ¿Cómo resultó? Acá una breve cronología:

Clase 1:  El profesor nos hizo el calentamiento inicial que es parte de la rutina e incluye  movimientos circulares y de elongación  de todo el cuerpo, entre ellos el típico de doblar el cuerpo inclinado y tocarse los pies con las manos estando parado, cuestión en la cual mi récord es solo llegar hasta las rodillas, pero traté con optimismo en el futuro. Luego, nos enseñó la primera rutina y más elemental  de movimientos básicos. Brazos, manos y piernas en acción en gráciles posturas orientales en cámara lenta. Gente hábil lo aprendió rápido y a la primera.

Clase 2: Nuevamente calentamiento, otra vez mis manos en la elongación apenas hasta la rodilla. El profesor se aventura a enseñar la segunda rutina de movimientos. Un grupo de mis admirables compañeros más hábiles la captan de inmediato y otro grupo, al que pertenezco, seguimos reforzando la primera rutina. Más de la mitad logran pasar a la parte dos y otros seguimos entusiastas intentando la uno.

Clase 3: Sigo ya un poco frustrado sin elongar más allá de la rodilla. El profesor va por la rutina tres y cuatro y mis odiosos compañeros que se creen chinos, de nuevo la aprenden a la primera. Otro grupo practica la dos y como cinco giles nos seguimos quedando en la uno.

Clase 4: Odiaba elongar, lo asumí. Los desgraciados bailarines alma de "wantan" se aprenden dos rutinas más. El grupo del medio progresa y avanza a nuevas lecciones. En la división porra del Taichi, incapaz de pasar la primera lección me quedo solo con mi compañera, una gordita con problemas de gota y artritis, y don Manuel, un caballero cercano a los ochenta con vacíos de memoria.

Clase 5: ¡Bravo don Manuel!!! Lo logró. Yo y la gordita seguimos en el grupo de rezago.

Clase 6: No hago la puta elongación. La maldita gordita pasa a la rutina dos. Soy el único pelotudo que en doce horas de Taichi no es capaz de coordinar unos ejercicios muy básicos de mover las manitas, bajar y subir brazos,  mientras el 90% se mueve cual si fueran el equipo olímpico de Rumania. Posibilidad de polola: cero, la gordita no es mi tipo y, además, me siento  humillado por ella.

Clase 7: Directo a la oficina de administración del instituto a rogar que me devuelvan parte de la plata y los anticipos. Es lo único en que me fue más o menos bien en mi clase de Taichi.

Con este penoso antecedente, veinte años después, y harto más viejo se me ocurre en la mismísima China volver a intentar el Taichi. La próxima lo cuento.

domingo, 12 de mayo de 2013

¡Los perros chinos no ladran!!!


Venirse a vivir a China  fue sin duda una decisión audaz, pero haberse traído a nuestras dos perras salchichas fue una locura completa, solo explicable por el amor que les tenemos. Para empezar trasladarlas fue muy caro - equivalente a un pasaje normal de un humano por cada una - y además en China hay que registrarlas en una oficina del gobierno y pagar un impuesto especial. Cuento aparte,  en esa oficina te piden además una foto tamaño pasaporte de las perras.... sólo en China pueden pedir eso ¿cómo se le toma una foto carnet a un perro? Faltó pedir que el animal apareciera sonriendo.

Sin embargo, lo más complejo de todo es que las perritas se han portado malito.

A los pocos meses que llegamos, en la Administración nos alegaron en un par de ocasiones que  hacían mucho ruido cuando las dejábamos solas. No les hicimos mayor caso porque nos parecía una exageración de algún tipo amargado. Pero cuando nos pegaron un cartel en la puerta firmado por todos los vecinos del condominio amenazándonos con una demanda tuvimos que de verdad tomar medidas. No seríamos tan giles de tener líos judiciales, menos en un país extranjero. Para empezar nos detuvimos a escucharlas cuando salíamos y, de verdad, especialmente la Luna que es la perra más chica, no ladra, grita como si fuera un velociraptor, con unos alaridos agudos horribles que se escuchan por todo el barrio.

Entonces preocupados fuimos al veterinario chino a pedirle su opinión y él lo veía de lo más sencillo, había dos opciones: electricidad o cercenarlas. En la primera, se les pone un collar electrónico especial en el cuello, de manera que cuando ladran se activa un sensor que les electrocuta el cogote y, obviamente, el perro aterrado deja de ladrar. En la segunda, simplemente se le cortan las cuerdas vocales con una operación de cuchillazo, o sea que cuando se les cruzara un gato parecerían canes de película muda, moviendo el hocico sin que salga de ellas ruido alguno.

Dadas que las alternativas del doctor Mengele oriental no nos parecieron apropiadas, al final buscamos nuestras propias soluciones como dejarlas en unas jaulas caniles con calmantes cuando saliéramos por periodos cortos y, cuando fueran varias horas, llevarlas a un hotel de perros. No es  perfecto, ni nos gusta pero no quedó otra y ha funcionado en todo este tiempo.

Pero hay otra cuestión que nos hemos dado cuenta con el tiempo. Cuando sacamos a pasear  en las mañanas a las salchichas con sus collares y correas, éstas le ladran a los otros perros, a los dueños de los perros, a la gente que va trotado, a los pájaros, a los insectos y al planeta Tierra completo. En cambio los perros chinos van sueltos al lado de sus dueños paseando disciplinadamente y no ladran. Repito los perros chinos NO LADRAN, son mudos!!!

Esta cuestión que carece de lógica y perturba mi cabeza es simplemente así. Y no es un tema de raza, he visto puddle, pastores ingleses, chihuahuas, labradores y hasta otros salchichas y todos son iguales, a duras penas un guauu, y eso que la palabra china para decir perro es una onomatopeya, algo así como Goouu. Debe ser difícil explicarle a un niño chino que es un Goouu si no hacen Goouu.

Aún no le encuentro la vuelta a esto, pensé en algún minuto que quizás a todos los perros les cortan las cuerdas vocales o los electrocutan. Pero el tema no va por ahí. No es sólo una cuestión de ladrido, los perros no andan corriendo como locos, ni se pelean, van siempre tranquilos y buenos al lado de su amo sin collar alguno. Perros verdaderamente Zen. Comparado con ellos, mis mascotas Jurasic Park son un verdadero desastre.

Un verdadero misterio, no pueden haber factores culturales, ni sociológicos en los perros.... supongo. Como sea, si alguna vez descubrimos el secreto valdrá la pena contarlo.